viernes, 25 de octubre de 2013

LA ORTOGRAFÍA SEGÚN FERNANDO VALLEJO


      Fernando Vallejo, (Medellín, 24 de octubre de 1942), es un escritor polémico que ha propuesto en su última obra una serie de cambios dirigidos a las academias de la lengua en América y España. En pocas palabras, lo que este autor pretende es que escribamos como se pronuncia y no precisamente en España, los latinos son mayoría y por ende ellos marcan el camino a seguir.

     Casablanca la bella es su obra, en ella dice que es estúpido seguir cediendo espacio al mundo anglosajón por no adoptar un sistema ortográfico basado en la fonética (no en la etimología). La verdadera reforma del castellano la protagonizan los jóvenes cuando hace uso del sus móviles, con los ordenadores, porque están escribiendo ortografía fonética.

Así podemos leer en la página 57 de Casablanca la bella de Fernando Vallejo:

“Mi reforma ortográfica, señorías, en esencia es la que propuso en el Siglo de Oro Gonzalo Correas (quien escribía “Korreas”) pero acomodada a la realidad actual del idioma, la de que los hispanoamericanos hoy por hoy somos sus dueños, va así: “Casa” con ka de “kilo”: “kasa”. “Queso” con ka de “kilo” y sin u: “keso”. “Aquí” con ka de “kilo” y sin u ni tilde: “aki”. “Cielo” con ese de “suelo”: “sielo”. “Zapato” con ese de “suelo”: “sapato”. “General” con jota de “joder”: “jeneral”. “Guerra” con ge de “ganas” pero sin u: “gerra”. “Güevón” con u sin diéresis ni tilde: “guevon”. “Burro” con be de burro: “burro”. “Vaca” con be de “burro”: “baca”. “Hijueputa” sin hache: “ijueputa”.

      Fernando Vallejo es uno de esos escritores que no se priva en decir lo que piensa, sin embargo, parece ser que el tema se le ha ido un poco de las manos. Las academias de la lengua no están para marcar cómo tienen que escribir los hablantes, sino para recoger la práctica y normalizarla. Esto es una certeza y en ella se apoya el escritor latinoamericano, sin embargo, podemos afirmar que un elemento esencial de un tratado ortográfico es que facilite la comprensión lectora no solo de los textos contemporáneos sino de la antigüedad cercana y remota; una reforma que eliminara las grafías propuestas desconocería que una lengua tiene una tradición sonora y una fijación gráfica que hablan de su diferencia con un código artificial. No sobra recordar que las Academias recogen y registran el legado de sus hablantes y escritores, quienes, en última instancia, determinan su derrotero y evolución, y por ello no pueden modificarlo u objetar su normatividad histórica y consensuada.

     En el legendario diario colombiano "El Espectador",  Fernando Vallejo vuelve a defender sus posturas respecto de su reforma ortográfica, plagadas de insultos y desprecio al español de España. Así podemos leer lo siguiente: ‘¡Que se joda España!’. ‘Vuelta pues atrás a los fenicios y a los griegos, a un signo por cada sonido. Ortografía fonética sin resabios etimológicos, señorías. A este idioma le sobran ocho letras y al hombre dos tetas.’

     “Están en bancarrota, quebrados. Se gastaron lo que no tenían y de amos que se sentían ahora van a volver a ser esclavos. Un empujoncito más y se hunden. ¡Que se hundan, que se jodan los euracas!”. “Llaman americanismo decir ‘verraco’. ¡No! Tenemos es que llamar españolismos los términos que ellos usan. España ya es una provincia anómala del idioma”.

    “Los idiomas están cambiando a una velocidad enloquecida. El español, el idioma antioqueño, el de Medellín, el de mi infancia, no tiene que ver con el de ahora. Infinidad de términos que yo usaba nadie los entiende ya. Y así pasa en todos los países hispánicos”. Cree que si se actualizara la que propuso Gonzalo Korreas -que era sacerdote- “podríamos desbancar al inglés. El chino no a va a ser por esa ortografía endemoniada toma diez o 20 años aprender”. “Nosotros somos 20 países acá, el idioma somos nosotros: América. Independicémonos del todo”.

      En resumen, los cambios propuestos por este autor abogan por suprimir ocho letras, las tildes y la diéresis.  Lo que hoy parece una locura en mente de unos pocos, quizás se convierta en la genialidad que marca el futuro del español, una lengua simplificado, de mayorías y donde el hablante común marca los pasos a seguir en la construcción de su ortografía.





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